UNA FRUTA
MEDIO PASADITA
Cierto saborcito queda en el ambiente como de triunfo. Como si el destinar 290 millones de dólares para solucionar los problemas generados por el nuevo sistema de transporte capitalino fuera todo un logro, cuando, en realidad, es un cerro de plata que, si las cosas se hubiesen hecho como corresponde, serviría para que, por ejemplo, el ministro de hacienda, Andrés Velasco, no se coñeteara por subir el sueldo mínimo en una luquita más, y lo dejara en 145 mil pesos. O sea, casi tres pasajes de micro más.
Como señaló el diputado PPD, René Alinco, “290 millones de dólares para los magnates de TranSantiago; mil pesos para los trabajadores de Chile”.
Los noticieros nacionales y otros programas acertaron en captar claramente todos los hilos movidos por las coaliciones políticas que tienen secuestrado el Congreso en pos de sacar algún beneficio de este hecho que, a todas luces, logró imponerse como una votación comunicacional mucho más que política.
De más está decir que el destinar la cuantiosa suma de dinero era un a necesidad a la que no se podía escapar. Son demasiados los errores políticos y las fallas técnicas del sistema como para pretender que las cosas sigan funcionando como hasta ahora. Todo tiene un límite. Pero hacer de este plexo una batalla campal por aparecer como la reserva político-moral del país… eso es mucho.
¿Hay algún argumento de peso para que la derecha se oponga a reparar un embrollo que afecta, aproximadamente, a cinco millones de Chilenos?. Ciertamente, no. Sin embargo, tampoco el tema da como para que la socialdemocracia lo enfrente como una cruzada por la justicia social, siendo que se trata sólo de enmendar un embrollo que ellos mismos causaron.
Y, claro, hay cosas que caen por su propio peso. A cada discusión burda hay una salida tan o más ridícula como decir que bastó que un parlamentario de la Alianza y uno de la Concertación -Carlos Bianchi (Independiente por RN) y Adolfo Zaldívar (DC), respectivamente- votaran en contra de su coalición para que el proyecto retornara a la Cámara listo para ser promulgado.
¿Se trata, acaso, de hacer de las decisiones políticas una vitrina para vociferar y criticar al oponente? (en sentido bastante figurado, pues tantas diferencias no hay). No, por supuesto, hace falta un componente para que esta afirmación sea de alguna utilidad: Los nunca bien ponderados medios de comunicación, a través de los cuales se construye una imagen bastante distorsionada de lo que en realidad pesan muchos temas.
¿De qué valen la rebeldía de Zaldívar, el reclamo de Jovino Novoa en contra del lobby (sí, leyó bien), la acalorada y ofendida respuesta de Lagos Weber, la envestidura caballeresca de Bachelet, cuando todos sabían que la iniciativa se aprobaría?
Cuando una fruta se cae de madura suele haber cumplido su ciclo, o sea, está medio pasadita como para seguir colgando del árbol.