lunes, 27 de agosto de 2007

29 de agosto


Y LA RAYITA PARA LA SUMA… ¿CUÁNDO?


("La cumparsita de mi calle", del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró)


Son los días previos. Todos desean tener algo que decir en torno a la movilización de pasado mañana y, de hecho, lanzan, aunque el aporte de dicho gasto de saliva sea bien dudoso. Micrófonos, grabadoras, MP3, cámaras y celulares se alistan. Las horas pasan y el momento de concretarse el llamado a paro y movilización social de los trabajadores se acerca a pasos no muy agigantados.

Tal vez el maqueteado contexto del debate sobre lo que misteriosamente se acuerda en llamar “sueldo ético” en vez de sueldo justo, que es más universal y apropiado (atendiendo al simple hecho de que la ética puede variar y si hablamos de la acepción capitalista del término, es bastante posible que todo siga igual), haga efervecer el ambiente.

Del ya lejano año 2003 (claro, a mi edad, pues históricamente solo es el párrafo anterior) en que se llamó a una jornada de paro nacional para el día 13 de agosto -coincidiendo con una publicidad de la estación televisiva católica que señalaba “Está bueno el 13”, frase de la que nos apropiamos en afiches, lienzos, rayados y gritos- la actividad se viene haciendo costumbre.

¿Costumbre? En realidad, en todos los sentidos en que el asunto pueda explicarse y tener repercusión, se ha vuelto un rito. Un rito que más temprano que tarde, intersección de los iluminados mediante, logró el aparente milagro de instalar el tema al interior de las paredes del Gobierno.

Primera señal. Nuestros amados medios de comunicación se dedican a desempolvar las cintas, remendar los archivos y notas de años anteriores para recordar la pregunta del millón que hace único el reporteo: ¿Está o no autorizada la marcha? Eeeeeee, no. Cresta, he ahí el centro de la noticia.

Quieren marchar por la Alameda y sólo autorizan el Parque Almagro. Martínez dice que marcharán igual pues estamos en democracia. El gobierno responde que, como estamos en democracia, los problemas se solucionan hablando.

Segunda señal. Como dice Silvio en Canción de navidad, “la gente luce estar de acuerdo maravillosamente en todo”. Resulta que, de capitán a paje, todos dicen apoyar las reivindicaciones de los trabajadores.

“Hasta yo mismo podría ir si fuera todo en paz como ocurre cuando hay sindicatos fuertes y hay movimientos sociales muy legitimados”, señaló el ministro secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo. Como si en este país se favoreciera la sindicalización y la movilización; y, más incoherente aún, ir a una marcha contra el neoliberalismo siendo parte del gobierno que es.

Señal tres. Consejo asesor ¿A alguien le suena el concepto? Está en la retina desde las recientes movilizaciones secundarias que desembocaron en una instancia del mismo tipo: Una comisión adicional a la estructura estatal que se encarga de solucionar temas que son obligación de quien señala necesitar asesoría, o sea, el Estado.

El instaurado Consejo asesor para la equidad social será el encargado de estudiar y guiar en esta materia a quien, en realidad, es el responsable de generar políticas que hagan del nuestro un país que no nos haga sonrojarnos ni esconder la cabeza a la hora de hablar de justicia social.

Lo real es que Chile, siendo al mismo tiempo uno de los líderes del ranking mundial de injusticia social y uno de los más abiertos del mundo en materia económica, necesita acortar esta brecha, ya que para entrar de lleno a la sociedad capitalista debe dejar atrás los vestigios de feudalismo tercermundista que conserva. Tal como le fue necesario hacer con el sistema educacional.

Y como la prensa parece no estar muy atenta ni muy al tanto; y como además no hay fuerza en la movilización, es el momento preciso para decir, a través de los hechos, que no es necesario movilizarse para tener logros. Y, por supuesto, todos parecen asentir.

Bueno, son los días previos y también tenía algo que decir. Espero estar parcialmente equivocada.

lunes, 6 de agosto de 2007

Mujeres: Discriminación positiva en la política


CUANDO UN REMEDIO
NO ALIVIA LA DOLENCIA...



(Del pintor argentino Oscar Poliotto)



En comparación, los hombres ganan más que las mujeres, ostentan mayor cantidad de cargos de poder, entre otros hechos que los hacen ser llamados socialmente como el “sexo fuerte”, aunque ni la sociedad misma esté tan segura de dicha denominación.

No es nuevo el reclamo por mayor equidad en lo que a género se refiere, ni es novedad la idea de los gobiernos por promover una mejor integración entre hombres y mujeres a través de la implementación de políticas públicas. Lo que resulta destellante es el anuncio de la Presidenta de la República (hay que enfatizar SU RANGO en este caso) de enviar en septiembre un proyecto de ley que modificará la Ley de votaciones populares y escrutinios, supuestamente, a favor de lo que se viene hablando.

La idea es simple: Destinar un mayor aporte financiero a las mujeres candidatas para incentivar la inclusión de féminas en las listas de los partidos políticos. Más que simple, el concepto es raso… chato.

El que haya más nombres femeninos en los listados de los sufragios no implica, necesariamente, que un toque mágico haga cambiar en la mente de los electores su intención y efecto de voto. Me gustaría saber si cambiaría la historia y en las mesas de mujeres en San Fernando, mi ciudad natal y lugar de votación, dejarán de ganar los hombres medianamente jóvenes y de derecha.

La discriminación positiva, denominación con que se conoce a la aplicación de políticas púbicas que van en socorro de sectores de la sociedad que son o han sido vulnerados por la misma, es una especie de indemnización social, una práctica que pretende compensar e integrar. Pese a las buenas intenciones, la ecuación no es tan fácil de aplicar, mucho menos en la política.

Más allá de si es él o ella, una autoridad de representación popular es una persona que tiene la responsabilidad de significar el poder y llevar a cabo la voluntad de la ciudadanía. En este contexto, cae de cajón que mayor cantidad de mujeres en el parlamento y municipios no redunda en mayor representatividad ni calidad de la política, aunque sí en una convivencia más sana, pero ojo, no más justa ni democrática.

Más estridente resulta cuando Bachelet agrega que, es más, se castigará económicamente a los conglomerados que disminuyan en sus listados el número de mujeres inscritas.

Hay que volver unas líneas atrás. La convivencia se hace mejor y más real cuando los ambientes se integran por cifras parecidas de machos y hembras. La realidad queda mejor reflejada, es cierto, y se promueven ambientes con mayor diversidad de opiniones. Sin embargo, ¿Significa ello que habrá una mejor calidad y pluralidad en el debate en todos los temas?, ¿Necesariamente, la inclusión con pie forzado de las mujeres implica avance en los temas en que aún existen injusticias sociales que van más allá de la disquisición de sexos?

En los espacios políticos se hace necesaria la inclusión de mayores miradas generales sobre la realidad y la mujer representa sólo una de dichas voces. Pero no hay que olvidar que, si se reflexiona sólo un poco, la idea de discriminar positivamente debe incubar otra: Conseguir que no sean necesarios ciertos fórceps para el alumbramiento de la democracia.