LOS PODERES MÁGICO FRENTE A FRENTE
Algo le movió el piso al Vaticano. El cabro chico mago que vuelve locos a padres e hijos comenzó a estorbarle a los ungidos de Roma. Muy a pesar mío, el librito de J. K. Rowling es una fuente inagotable de fantasías frente al modelo ideológico tan coartante, coercitivo y, en definitiva, tan momio de la Iglesia Católica.
Harry Potter es la saga novelada de un niño de once años que es invitado a ser parte de una escuela de hechicería debido a sus poderes mágicos. Allí se encuentra con el malandrín de malandrines, Lord Voldemort, asesino de sus padres y gracias a quien la historia se transforma en un corre que te pillo que ha servido para editar ya siete capítulos.
Aventuras y más aventuras, luego de lo cual –para variar- es posible encontrar más y más aventuras. Eso es Harry Potter, una seguidilla de situaciones graciosas y poco intrincadas, cuya fuerza es captar la atención de sus devoradores lectores y echar su imaginación a volar, en una trillada disputa entre el bien y el mal.
Y llegamos al punto interesante. Lo bueno y lo malo. Lo lindo y lo feo. Lo que sí y lo que no.
Para el periódico L'Osservatore Romano, de propiedad del Vaticano, los libros de la escritora británica "tienen una espiritualidad invertida y confusa" (…) “donde lo bueno es lo malo”. Hay más frases, pero me quedaré con eso para sostener con la convicción más obstinada que hay gente patuda en este mundo y los señores con línea directa al cielo.
Hay que refrescar las memorias. En el mundo hay más de cuatro mil millones de personas -entre no creyentes, hinduistas, islamistas, judíos, rastafaris y demases- que no comparten los preceptos del cristianismo, credo que entre católicos y evangélicos congrega a unos dos mil millones de individuos.
Las cifras son tan elocuentes que incluso podría estar de sobra el reafirmar que, por mucho, lo que diga el Vaticano respecto de lo bueno y lo malo es una visión para nada representativa de la riqueza espiritual y, por tanto, cultural de la diversidad de lectores que puede tener un libro traducido a más de 60 idiomas.
La escritura y la lectura tienen esa facultad, la de crearnos un pensamiento en paralelo a la recepción y emisión de la información. ¿Será ese el motivo por el cual el Vaticano reproche un libro y no diga mucho por otros medios audiovisuales mucho más enajenantes, falaces y burdos?
Si gustan o no de la historia (al parecer, sin fin) del pequeño brujo, da lo mismo. La mayoría de los críticos literarios coinciden en lo importante que ha sido este texto en el hacer retornar los ojos de los niños a las letras. Mundo donde hay que hacer andar la pensadora para llenar de imágenes propias aquello que se nos cuanta con palabras.
Harry Potter tiene la gracia de haber hecho perder el miedo al mamotreto. Al armatoste incómodo que no cabe en el bolsillo exterior de ningún bolso de mano. Un objeto que se lleva en el metro o la micro llena, sólo por el gusto de leer.
Sus capítulos son ficciones muy al estilo de Las Crónicas de Narnia, de C. S. Lewis, o de El señor de Los Anillos, de J. R. Tolkien. La diferencia es que es un texto que no innova en torno al género, sino que lo replica. Hace uso y abuso. No diré que profita, directamente, pues es su trabajo… pero ¿No será mucho?
Su autora se da la labor de escribir siete copias de su puño y letra de un libro de cuentos. Una será subastada y donada al grupo benéfico creado por ella misma, y las restantes son un regalo para personas –en su mayoría actores- cercanas a la obra. Obviamente, muy bien asesorada, y con un traumatólogo de por vida para sanarle su muñeca escribana, Rowling expande el universo Potter. Genera una mística falaz en torno a un libro con cero misterio.
Calidad literaria y parafernalia son harinas de otro costal. Lo de peso es la multiplicidad de lecturas presentes en la historia, que a diferencia de otras ficciones, propone un mundo en paralelo y no la sustitución del mundo real. O la solución bastante progre (usando un término que quizás agrade a la autora) de hacer salir del clóset al anciano director de la escuela de magia y revelar su homosexualidad.
"La manipulación violenta de las cosas y de las personas surge gracias a un conocimiento de lo oculto”, señala L'Osservatore Romano, “"vieja tentación agnóstica de confundir la salvación y la verdad con un conocimiento secreto”.
Afirmaciones que no me cuadran. A diario se lidia con la carga de hacer el bien que ciertas personas imponen para no ir a dar hasta que el tiempo se acabe a las llamas. Si eso no es una manipulación violenta de la vida de las personas causada por un conocimiento oculto de unos poco… ¿Entonces qué es?
Harry Potter es la saga novelada de un niño de once años que es invitado a ser parte de una escuela de hechicería debido a sus poderes mágicos. Allí se encuentra con el malandrín de malandrines, Lord Voldemort, asesino de sus padres y gracias a quien la historia se transforma en un corre que te pillo que ha servido para editar ya siete capítulos.
Aventuras y más aventuras, luego de lo cual –para variar- es posible encontrar más y más aventuras. Eso es Harry Potter, una seguidilla de situaciones graciosas y poco intrincadas, cuya fuerza es captar la atención de sus devoradores lectores y echar su imaginación a volar, en una trillada disputa entre el bien y el mal.
Y llegamos al punto interesante. Lo bueno y lo malo. Lo lindo y lo feo. Lo que sí y lo que no.
Para el periódico L'Osservatore Romano, de propiedad del Vaticano, los libros de la escritora británica "tienen una espiritualidad invertida y confusa" (…) “donde lo bueno es lo malo”. Hay más frases, pero me quedaré con eso para sostener con la convicción más obstinada que hay gente patuda en este mundo y los señores con línea directa al cielo.
Hay que refrescar las memorias. En el mundo hay más de cuatro mil millones de personas -entre no creyentes, hinduistas, islamistas, judíos, rastafaris y demases- que no comparten los preceptos del cristianismo, credo que entre católicos y evangélicos congrega a unos dos mil millones de individuos.
Las cifras son tan elocuentes que incluso podría estar de sobra el reafirmar que, por mucho, lo que diga el Vaticano respecto de lo bueno y lo malo es una visión para nada representativa de la riqueza espiritual y, por tanto, cultural de la diversidad de lectores que puede tener un libro traducido a más de 60 idiomas.
La escritura y la lectura tienen esa facultad, la de crearnos un pensamiento en paralelo a la recepción y emisión de la información. ¿Será ese el motivo por el cual el Vaticano reproche un libro y no diga mucho por otros medios audiovisuales mucho más enajenantes, falaces y burdos?
Si gustan o no de la historia (al parecer, sin fin) del pequeño brujo, da lo mismo. La mayoría de los críticos literarios coinciden en lo importante que ha sido este texto en el hacer retornar los ojos de los niños a las letras. Mundo donde hay que hacer andar la pensadora para llenar de imágenes propias aquello que se nos cuanta con palabras.
Harry Potter tiene la gracia de haber hecho perder el miedo al mamotreto. Al armatoste incómodo que no cabe en el bolsillo exterior de ningún bolso de mano. Un objeto que se lleva en el metro o la micro llena, sólo por el gusto de leer.
Sus capítulos son ficciones muy al estilo de Las Crónicas de Narnia, de C. S. Lewis, o de El señor de Los Anillos, de J. R. Tolkien. La diferencia es que es un texto que no innova en torno al género, sino que lo replica. Hace uso y abuso. No diré que profita, directamente, pues es su trabajo… pero ¿No será mucho?
Su autora se da la labor de escribir siete copias de su puño y letra de un libro de cuentos. Una será subastada y donada al grupo benéfico creado por ella misma, y las restantes son un regalo para personas –en su mayoría actores- cercanas a la obra. Obviamente, muy bien asesorada, y con un traumatólogo de por vida para sanarle su muñeca escribana, Rowling expande el universo Potter. Genera una mística falaz en torno a un libro con cero misterio.
Calidad literaria y parafernalia son harinas de otro costal. Lo de peso es la multiplicidad de lecturas presentes en la historia, que a diferencia de otras ficciones, propone un mundo en paralelo y no la sustitución del mundo real. O la solución bastante progre (usando un término que quizás agrade a la autora) de hacer salir del clóset al anciano director de la escuela de magia y revelar su homosexualidad.
"La manipulación violenta de las cosas y de las personas surge gracias a un conocimiento de lo oculto”, señala L'Osservatore Romano, “"vieja tentación agnóstica de confundir la salvación y la verdad con un conocimiento secreto”.
Afirmaciones que no me cuadran. A diario se lidia con la carga de hacer el bien que ciertas personas imponen para no ir a dar hasta que el tiempo se acabe a las llamas. Si eso no es una manipulación violenta de la vida de las personas causada por un conocimiento oculto de unos poco… ¿Entonces qué es?
1 comentario:
Hola Gaby!! Te felicito por tu blog, muy interesantes tus aportes, desde hace algún tiempo lo veía, sólo que me daba algo de lata poner comentarios, jeje. Ahora yo también entre a la blogósfera y tengo el mío por si quieres echar una miradita.
http://enelpaisdenomeacuerdo.blogspot.com
Un beso
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